La generación perdida
Por la mañana estuvo hablando con los alumnos y alumnas de un instituto local sobre el centro en el que trabaja y explicó a los jóvenes, que le escuchaban atentamente, cómo niñ@s desde los 14 años habían acabado condenados a pasar unos años en este centro, muchas veces por una decisión absurda o por situaciones que se podían haber evitado.
Comentó
lo duro que era para esos jóvenes verse solos allí en sus habitaciones,
puesto que son individuales. Cómo se derrumbaban cuando sus familias
iban a visitarles y se marchaban después de un rato y cómo sufrían
muchas veces sus hermanas o hermanos pequeños cuando les veían allí y tenían que despedirse, la verdad es que tal y como lo contó, debe ser una experiencia muy dura para todos los miembros de la familia.
Generalmente, cuando pensamos en un centro de menores, nos imaginamos que los allí recluídos son delincuentes, agresivos, o incluso que están allí porque han hecho algo muy grave y que lo merecen. Lo cierto es que me sorprendió mucho cuando dijo que, efectivamente, un 20% han cometido robos, violaciones, agresiones, etc. ¿Sabéis por qué están condenados el 80% restante? Por violencia filio-parental. Me sorprendí muchísimo. Eso quiere decir que, en realidad, el problema no son los niñ@s, sino nosotr@s, las familias. Este dato me entristeció mucho, porque si esto es así, están pagando los hij@s, pero en realidad, los responsables no son ell@s. Con esto no quiero hacer sentir mal a nadie; es solo un dato muy revelador que muestra que algo está fallando en la sociedad actual.
Se refirió a nuestra generación de madres y padres como la generación perdida, porque a la mayoría nos criaron con un estilo autoritario, no pudimos decidir, tuvimos que aprender a obedecer y ahora nos encontramos con que nuestros hijos e hijas son los que nos imponen su criterio, si lo permitimos nos dominan también, así que este símil me pareció muy acertado.
Me gustaría deciros a los que os encontráis perdid@s, que la situación se puede reconducir. Familias toca empoderarse. Hay que poner límites, porque si no los ponemos puede llegar un momento en el que nos levanten la mano, en el que la situación se descontrole de tal manera que ya no nos quede otra opción que denunciar a nuestros propios hijos e hijas. Si las familias del 80% de los que están allí lo ha hecho, es que es algo más común de lo que imaginamos.
Puede parecer una locura, pero he conocido familias que me han dicho que no podían más y que iban a denunciar. Sus hijos les robaban, les rompían cosas de la casa, los intimidaban e incluso, a veces, llegaban a pegarles. Esto puede suceder si no ponemos límites. Cuando una familia llega a ese extremo, tiene miedo y no sabe cómo actuar. Por eso, es importante comenzar a prevenir esto desde que son pequeños.
Podemos comenzar por cosas pequeñas. Nos sentamos, hablamos y establecemos qué cosas podemos y no podemos hacer. Por supuesto, algunas normas se pueden negociar, como la ropa que les gusta ponerse o las comidas, pero hay otras en las que no negociamos. No podemos tolerar las faltas de respeto, las malas formas al hablarnos o el acto de pegar a algún miembro de la familia. Os animo a avanzar poco a poco. Si no hemos establecido normas, no podemos pasar de repente de blanco a negro, pero sí gradualmente.
A mí me encanta organizar reuniones familiares. Nos sentamos, mis hijos y yo (ya que soy madre divorciada), y hablamos de las cosas que no me han gustado en el día. Muchas veces, ellos mismos coinciden en que algo que han hecho no está bien y que hay que mejorarlo. Entonces, ahí ponemos un límite.
Como dice el Juez Calatayud, 'si somos colegas de nuestros hijos,
entonces ellos quedan huérfanos'. Es importante para ell@s tener una
persona referente, alguien que les guíe, porque de no ser así, estarán
perdidos, más aún que nosotros como padres o madres.
Muchas veces leo libros y veo vídeos, y ahora, estudiando el Máster, he pensado: "En esto lo he hecho fatal, me he equivocado". Pero no me siento mal; siento que estoy a tiempo de aprender, de cambiar, de mejorar. Y tiene mucho mérito que estés leyendo esto ahora mismo, eso significa que quieres mejorar, que buscas un cambio, y te doy la enhorabuena.
Nadie nace sabiendo; todo es un proceso.
Te animo a convertirte en tu mejor versión de madre o padre para, en el futuro, pase lo que pase, poder estar tranquilo de haber dado lo mejor de ti. Al menos eso es lo que a mí me mueve; no siempre habré hecho lo correcto o lo mejor, pero he hecho todo lo posible por cambiar, crecer y mejorar.
¿Qué opinas sobre esto?
Te leo.
Un abrazo,
Cris
Qué difícil es saber si estamos haciendo bien nuestra labor como padres, lo importante es hacer una valoración y poner nuestro empeño en mejorar las cosas que creemos que no hemos hecho tan bien. Saludos!
ResponderEliminarUna muy buena amiga mía que ya no está me dijo: "Cristina, da igual lo mucho que te esfuerces, los hijos siempre encontrarán algo por lo que culparte cuando sean mayores, lo único que puedes hacer es hacerlo como creas mejor y tener la conciencia tranquila" Me quedo con eso, me esfuerzo cada día en ser mejor madre y eso es lo que me quedará en el futuro. Gracias por tu comentario
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