Pedir perdón

 


¿Sabemos pedir perdón? Y, sobre todo, ¿enseñamos a nuestros hijos e hijas a pedir perdón?

La habilidad de pedir perdón es una de las cualidades más valiosas que poseemos como seres humanos. Sin embargo, a menudo nos encontramos en situaciones donde este gesto se pasa por alto. Mi experiencia me ha llevado a cuestionarme si realmente sabemos cómo pedir perdón y si estamos enseñando esta valiosa lección a las generaciones más jóvenes.
 
En los años que llevo desempeñando el cargo de directora en mi centro educativo, no han sido pocas las ocasiones en las que me he visto en la necesidad de abordar asuntos que requerían mejoras o correcciones al profesorado, una tarea nada fácil.
 
Un ejemplo que me viene a la mente, es cuando mencioné a una profesora que el sistema de fichaje del centro había detectado que llegaba tarde con frecuencia.
 
En lugar de asumir su error, se justificó con que el sistema de fichaje tenía fallos o que se encontraba con padres y madres de camino al colegio y la entretenían, o incluso que su teléfono no era compatible con la aplicación de fichaje. Sin embargo, en ningún momento se comprometió a mejorar, justo lo contrario, se marchó indignada y enfadada.
 
Este patrón de no asumir responsabilidad y reaccionar a la defensiva es algo que he notado con frecuencia en los profesionales más jóvenes, y se ha convertido en una tendencia preocupante. Parece que no aceptan la crítica y se sienten atacados cuando se les señalan áreas de mejora en su trabajo. Esta resistencia a pedir perdón o admitir errores puede llevar a problemas más graves, como la incapacidad para lidiar con el rechazo o la crítica constructiva.
 
Definitivamente, estamos ante una asignatura pendiente en la educación y en la crianza. Enseñar a los niños y niñas a pedir perdón, reconocer errores y aceptar la crítica constructiva es esencial para prepararlos para la vida adulta. 
 
Como familia y educadores, tenemos la responsabilidad de cultivar estas habilidades en las generaciones futuras, contribuyendo así a formar ciudadanos más resilientes y humildes. Reconocer que no somos perfectos y que todos, sin excepción, cometemos errores es una verdad fundamental.
 
En mi propio camino de mejora personal, cuando he elevado la voz o perdido la calma con mis hijos, me siento con ellos en un momento de serenidad y les pido perdón.
Les digo por ejemplo: "Perdonadme, he tenido un mal día y no  he sabido mantener la calma, o perdón hoy me he pasado y os he hablado mal, pero seguiré trabajando para mejorar"
Lo que me reconforta es que ellos ven este acto como algo normal y responden con un simple "vale mamá, no pasa nada", sonríen, me dan un abrazo y siguen con sus cosas. 
 
Para mí, es de suma importancia que comprendan que pedir perdón es una conducta normal y que todos, incluso los adultos, somos capaces de hacerlo. Estoy convencida de que la educación efectiva se basa en el ejemplo que damos a nuestros hijos e hijas.
 
¿ Y tú? ¿Sueles pedir perdón a tus hij@s cuando cometes un error?

Te leo.
 
Un abrazo, Cris

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